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Blog personal de José Ramón Martínez Pérez.

15 octubre, 2019
por admin
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La Forja de un Rebelde

Portada del libro.
Esta semana terminé de leerme esta trilogía, compuesta en realidad por tres libros: La Forja, La Ruta y la Llama; son tres novelas autobiográficas del autor, Arturo Barea. Publicados inicialmente en 1941, 1943 y 1946 respectivamente, cada uno cuenta la vida del autor en diferentes etapas de su vida.
La Forja cuenta su difícil infancia en casa de una viuda, lavandera, y que es apadrinado por su tío, que trabajando en el Ministerio de la Guerra, permite que estudie en un colegio religioso, las Escuelas Pías de San Fernando en su barrio, Lavapies. Los veranos los pasaba entre los pueblos de su padre y su madre: Brunete y Méntrida; veraneos de campo, de convivencia con sus primos y travesuras.
A los 13 años muere su tío, y al quedar desamparado deja los estudios, para evitar involucrarse más con los Escolapios, comienza a trabajar de aprendiz de dependiente en una tienda de textiles, para luego entrar en un banco, donde comienza a labrarse un futuro; aunque siempre desde su perspectiva socialista (se llegó a afiliar a la UGT trabajando en el banco), haciendo una descripción vívida y fiel de sus compañeros, amigos, e incluso de las acciones cotidianas; acciones que ya han pasado a la historia como hacer fotocopias con tecnología de los 10 del siglo XX.
El segundo volúmen es la Ruta, donde ya vemos al autor enrolado en el ejército y destinado en Marruecos; en un principio asignado a la construcción de una carretera, donde toma su contacto con la corrupción imperante en el ejército español de la época, su visita a burdeles, sus contactos con el Desastre de Anual; los cadáveres insepultos y profanados, y la enfermedad que le lleva varios meses al hospital y le permite un pequeño permiso para regresar a la península; antes de volver el tercer y su último año de servicio militar. Un relato desgarrador de la guerra de Marruecos de los años 20. Al volver a la península, el autor comienza a trabajar en Guadalajara en una oficina técnica de motores (Quizás ligada también a la fábrica de la Hispano Suiza).
En el tercer libro, La Llama, vemos al autor ya trabajando como responsable de una oficina de patentes en Madrid, en la época de la II República; con buena posición, encerrado en un matrimonio vacío, con su amante, y donde tiene contacto con industriales y extranjeros donde se va palpando poco a poco el ambiente de pre-guerra que ya imperaba en Europa; hasta que un buen día estalla la rebelión del ejército en Marruecos; Arturo Barea sigue yendo a la oficina periódicamente para evitar que se la incautaran los milicianos; hasta que por una carambola del destino es asignado a la oficina de censura de la prensa del Ministerior, donde comienza a trabajar en el Edificio de la Telefónica en contacto con los periodistas extranjeros, donde conoce a una austriaca, Ilse Kulcsar, lo que produjo el divorcio de su primera esposa; juntos trabajan como pueden dentro de los desórdenes propios de la Guerra Civil; estando en primera línea de frente, sufren numerosos bombardeos y caídas de obuses, y viajes continuos a Valencia, donde se encontraba el gobierno para coordinar sus actividades, pese a las rencillas entre las diferentes facciones del gobierno republicano: socialistas, anarquistas, comunistas, etc.
Hasta que finalmente Arturo Barea se exilia en Francia, huyendo del descalabro militar de la República y de sus propios jefes y compañeros de trabajo.
Muy condicionado por su pensamiento socialista, esta trilogía es un relato de primera mano del primer tercio del siglo XX, donde se pueden aprender el ambiente que se vivía en el país; aunque siempre desde la perspectiva del autor, de claro pensamiento socialista, y quizás algo falto de autocrítica; hacia sus propios errores y fallos. La burguesía, el ejército y la iglesia son los grandes señalados en estos libros, sin cargar nunca contra los propios sindicatos y partidos.